jueves, 26 de abril de 2012

EDUARDO GALEANO Y LOS NIÑOS (FERIA DEL LIBRO 1)


Las Ferias del Libro tienen sus estrellas, que no siempre son los escritores. Se agradece en algunas de ellas –la de Buenos Aires en concreto- que tras las peleas dialécticas entre oradores que inauguran un acto cultural, una competición entre partidarios de uno u otro con aplausos, cantitos y gritos varios, se deje paso a los que tienen algo que decir y aportar. Por ello, tras una inauguración siempre polémica y frentista de un jueves 19 de abril (“No aprenden estos adultos” diría Mafalda) vino la palabra, la voz y la sabiduría de Eduardo Galeano.

Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) es un escritor comprometido con el hombre (léase hombre y mujer, niño y adulto, americano y africano…) y con la época llena de injusticias que le ha tocado vivir. Periodista y escritor, entre otros oficios manuales que permiten pensar, sus pequeños relatos sobre la otra verdad de los poderosos (políticos, grandes multinacionales, colonialismos varios…) le han granjeado la simpatía de millones de lectores, admiradores de Las venas abiertas de América Latina (1973) o de El libro de los abrazos (1989). Este 2012 presenta un diario con 366 pequeños historias que denuncian situaciones de vergüenza humana en todos los rincones del mundo, una para cada hoja del calendario gregoriano: Los hijos de los días. Su charla el viernes 20 de abril pasado llevaba el título de su último libro.
Una charla con oyentes que esperaron colas de casi siete horas y que produjo tres espacios para que unas 2500 personas pudieran oír sus palabras y ver en la lejanía su rostro virado al gris (en vivo y en directo vestía de verde y marrón). Una avalancha de gente que produjo vallas caídas, empujones y gritos varios. Mientras, la prensa (“por favor, la prensa a la izquierda”) buscaba sus huecos en el salón principal y escuchaba una nefasta presentación de un tal Carlos Díaz: “Esto es impresionante. No tengo palabras. Eduardo odia las presentaciones”. Y efectivamente, con introducciones como la que tuvo Galeano es fácil odiar a quien no tiene nada que decir.
Eduardo entró despacio, muy despacio, en la sala José Hernández de la Feria del Libro de Buenos Aires, sala que le tributó una ovación de noventa interrumpidos segundos con ecos al aire libre. Sus primeras palabras, pausadas, graves, sonoras, sin prolegómenos, fueron: “Sí, si… y los libros se echaron a caminar. Y ellos nos hicieron a nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida. Y si somos hijos de los días, de cada uno brota una historia”. Luego fue contando días, hojas de su nuevo libro que hablaban de miedos, de bancos mundiales, de empresas mineras y de la Iglesia, del pasado y del presente, de niños. Cada día era aplaudido con pasión y muchos con rabia, rabia que tuvo su ranking, con encendidos y largos aplausos a su historia contra las mineras (que dedicó a valles y pueblos mineros en lucha, como el argentino Valle de Famatina), seguidos de cerca por la valoración de las historias contra los desmanes de Estados Unidos de Norteamérica –segundo lugar-  y de la Iglesia Católica en tercer lugar. La historia de la argentina Juana Azurduy levantó pasiones cercanas a las que produjo la lucha de la boliviana Domitila Barrios. Cada historia tenía su día y el 31 de diciembre tuvo dos, en un cierre que tras dos horas supo a “hasta la próxima”. (Puede verse su charla completa en:  http://eduardogaleano.org/2012/04/23/presentacion-bs-as-completa/ )
Galeano habló de niños y de historias tristes y no tan tristes. Una de ellas, ubicada en un pueblo de la Rioja española, hablaba de un niño de tres años que en una procesión de Semana Santa le gritaba a un doliente Jesucristo que se defendiera. Una historia que puede unirse a los varios textos que Eduardo Galeano ha escrito para niños, textos poco conocidos y todos de gran calidad literaria y visual.

El primero de ellos es La piedra arde (Salamanca, Lóguez, 1980) una historia que es toda una fábula moderna sobre el sentido de la vida donde un viejo, tras una larga vida llena de marcas profundas en su alma, no quiere ser joven y partir una piedra que le dará esa juventud. Sus palabras finales encierran toda una filosofía moral: “Si parto la piedra, estas marcas se borrarán. Pero estas marcas son mis documentos, ¿comprendes? Mis documentos de identidad. Me miro al espejo y digo: «Ése soy yo», y no siento lástima de mí. Yo luché mucho tiempo. La lucha por la libertad es una lucha de nunca acabar. Ahora hay otros que luchan, allá lejos, como yo he luchado. Mi tierra y mi gente no son libres todavía. ¿Comprendes? Yo no quiero olvidar. No parto la piedra porque sería una traición”

Ilustración: Luis de Horna
Un libro que ilustró Luis de Horna (Salamanca, 1940) con su peculiar estilo que recuerda al trabajo de los monjes en los beatos lebaniegos: minucioso y lleno de color. Galeano demostró, y se demostró a sí mismo, que se puede hablar a un niño con palabras que le enseñen a ver el mundo con otros ojos. Un relato que no tiene edades lectoras, que algunos críticos han colocado “a partir de cinco años” y que conviene leer con unos pocos años más, tres o cuatro (es decir, teniendo ocho o nueve años). De difícil adquisición actual, puede leerse entero –dibujos incluidos- en: http://www.fileden.com/files/2007/4/5/958730/Galeano%20Eduardo%20-%20La%20Piedra%20Arde.doc
Esculturas: Antonio Santos
El segundo es Historia de la resurrección del papagayo (Barcelona, Libros del zorro rojo, 2008) una leyenda del nordeste brasileño a la que Galeano da nueva vida: “El hombre recuperó el habla, / y contó que el papagayo se había ahogado/ y la niña había llorado/ y la naranja se había desnudado/ y el fuego se había apagado/ y el muro había perdido una piedra/ y el árbol había perdido las hojas”. Un relato que se hace rítmico, encadenado y que produce emociones en el lector, infantil o adulto. Esta vez sí es un relato para pequeños de seis o más años que disfrutaran con unas imágenes que son esculturas del artista oscense Antonio Santos (Lupiñén, 1955) en una conjunción con el texto bella y cautivadora. Al misterio de las palabras se une el misterio de las esculturas de madera.

El tercero, por ahora, es una obra editada en una colección juvenil y que es una recopilación de relatos dispersos en varios libros de Galeano. Se trata de Los sueños de Helena (Barcelona, Libros del zorro rojo, 2011), sueños que nos llevan a la infancia: “Aquella noche hacían cola los sueños, queriendo ser soñados, pero Helena no podía soñarlos a todos, no había manera. Uno de los sueños, desconocido, se recomendaba:
- Suéñeme, que le conviene. Suéñeme, que le va a gustar.
Hacían la cola unos cuantos sueños nuevos, jamás soñados, pero Helena reconocía el sueño bobo, que siempre volvía, ese pesado, y a otros sueños cómicos o sombríos que eran viejos conocidos de sus noches de mucho volar”.


Collage de Isidro Ferrer
Libro que se hace a ratos poético a ratos divertido, siempre interesante y atrapador. Las ilustraciones, otra vez casi esculturas en un collage que mezcla técnicas y volúmenes, son de Isidro Ferrer (Madrid, 1964), un creador que da grandes aires a los textos de Galeano, que confiesa en el prólogo que son los sueños que le cuenta su actual mujer: “Helena me humilla cada mañana, a la hora del desayuno, contándome sus sueños prodigiosos. Entra en la noche como en un cine, y cada noche un sueño nuevo la espera. Mientras ella cuenta, yo bebo mi café en silencio. Más me vale callar”. Editado con esmero es un libro que entra por todos los sentidos.
Esperamos más libros para lectores de ojos infantiles de un escritor que piensa mucho en ellos y en su mirada, la asombrada mirada que sobre el mundo tienen los niños.

lunes, 16 de abril de 2012

GUSTAVO ROLDÁN, EL ESCRITOR QUE HABLABA CON LOS ANIMALES

Hace pocos días, el 3 de abril, falleció en Buenos Aires Gustavo Roldán, uno de los grandes escritores chaqueño y argentino para niños, pionero de muchas cosas desde que en 1982 comenzó a escribir las historias que regalaba con su tejedora voz. Uno le leyó y siguió su trayectoria desde que me fue presentado hace unos cuantos años. Cada encuentro con él era una nueva presentación de parte del editor, amigo o escritor que quería que yo conociese a Gustavo, algo que cada vez era más verdad. En el 2011 quise ya entrevistarle y en La Feria Infantil del Libro de Buenos Aires le abordé ya sin presentaciones; hablamos de su último libro entonces (Para encontrar un tigre) y me dijo que allí estaban todas las respuestas a todas las preguntas que pudiera hacerle. Preguntas que nunca pude hacer. Conociendo sus males físicos, que esperaba superar enfrentando valientemente un cáncer, el tiempo pasó y Gustavo nos dejó, a los 76 años por un “cuadro de insuficiencia respiratoria”.
Estas son algunas de sus respuestas a unas preguntas que nunca fueron grabadas. Los textos se pueden encontrar en ese conjunto de certeros artículos sobre la lectura aparecidos en abril de 2011 bajo el amparo de uno de sus animales preferidos: Para encontrar un tigre. La aventura de leer (Editorial Comunicarte, Córdoba, Argentina).
* ¿Por qué escribes para niños?
G.R.: Escribir para chicos es un oficio muy gratificante y a la vez un oficio muy poco gratificante.  Poco porque es una literatura que pertenece al orden de lo marginal. Muy gratificante por algo que conocen todos los que hacen estos cuentos tan cortitos, esos poemas tan sencillos. Ellos saben que a veces, aunque los chicos no digan nada, ese cuento que leyeron les caló muy hondo y ahí les quedó una marca para siempre y que de eso no se van a olvidar.
* ¿Qué ofrecen tus personajes animales?
G.R.: Si los cuentos del mundo comenzaron por el Gilgamesh, con un arca repleta de animales, con Ulises por mares poblados de sirenas, y siguieron con caballos voladores y monstruos indescriptibles, bienaventurados los chicos y los jóvenes que heredaron tanta hermosura.
* El humor, ¿qué representa para ti?
G.R.: El humor, como todas las cosas, puede servir para tratar de cambiar el mundo, para ser una agradable distracción, o para esquivarle el bulto a los problemas y dejar que sigan sin modificarse, porque así como están les conviene a muchos que continúen para siempre. Me interesa el humor en esta primera acepción, en su capacidad de querer cambiar el mundo, de ponerlo patas arriba y de comenzar a ordenarlo de nuevo.
* ¿Quieres cambiar el mundo?
G.R.: Yo no sé si todos los que escriben tienen la intención de cambiar el mundo. Como no lo sé, no lo digo. Pero sí digo que el que escribe un poema se mueve en un mundo de intuiciones –que nunca son demasiado claras-, de fuerzas casi nunca definibles, de entusiasmos y odios y amores, y que, aunque no lo sepa, está abriendo espacios para la solidaridad, la dignidad, para la esperanza. Y eso, en buen romance, significa querer cambiar el mundo. La mirada crítica es un imperativo moral para un escritor.
* ¿Encontraste un tigre?
G.R.: Las huellas de una hormiga están en los libros en forma de letras que cuando el chico crece se agrandan; son ya las huellas de un tigre que forman la aventura de leer. Cuando un libro funciona tiene una magia que nos permite oír los rugidos de un tigre en medio de la espesura.
Gustavo Roldán nació el 16 de agosto en Sáenz Peña, provincia del Chaco (Argentina). En una pequeña autobiografía para la revista Imaginaria dijo: “Me crié en el monte chaqueño, en Fortín Lavalle, cerca del Bermejo, cuando la tierra era plana, la luna se posaba en las copas de los árboles y los cuentos sólo existían alrededor del fogón del asado o en las ruedas del mate". Buen carpintero, en 1961 se licencia en Letras Modernas en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, donde trabajará como profesor. En 1976 pasa a vivir a Buenos Aires con su mujer, la escritora Laura Devetach, y sus dos hijos: Gustavo y Laura. Entre maderas y amistades continúa contando cuentos aprendidos de niño que tiene que completar con nuevas historias para sus hijos. Estos se las devuelven en forma oral y Gustavo padre las escribe en su primer libro para niños: El monte era una fiesta. Un libro que funcionó y que lleno de animales el renacimiento de la literatura infantil argentina para niños. Después vino una larga lista de casi sesenta libros, entre los que quiero destacar los siguientes:
  • "El monte era una fiesta". Ediciones del Malabarista, Buenos Aires, 1983.
  • "Animal de patas largas". Ilustraciones de Raúl Fortín, Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1984; Editorial Cincel, Madrid, España, 1984.
  • "Historia de Pajarito Remendado". Ilustraciones de Raúl Fortín, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1984.
  • "Como si el ruido pudiera molestar". Ilustraciones de Alicia Charré, Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1986; ilustraciones de Luis Scafati, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1999.
  • "Cuentos de Pedro Urdemales". Ilustraciones de Gustavo Roldán (h), Centro Editor de América Latina/Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1986.
  • "Cuentos del zorro". Ilustraciones de Myriam Holgado, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1986; ilustraciones de Carlos Nine, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999.
  • "El diablo en la botella". Ilustraciones de Mori Kohakura, Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1987.
  • "La leyenda del Bicho Colorado". Ilustraciones de Alejandro Ravassi, Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1987.
  • "Prohibido el elefante". Ilustraciones de Luis Pereyra, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1988.
  • "El trompo de palo santo". Ilustraciones de Diego Bianchi, Ediciones Colihue. Buenos Aires, 1989.
  • "Sapo en Buenos Aires". Ilustraciones de Myriam Holgado, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1989.
  • "El hombre que pisó su sombra". Ilustraciones de Gustavo Roldán (h), Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1990.
  • "Juego de sombras". Ilustraciones de Miguel De Lorenzi, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1990.
  • "La canción de las pulgas". Ilustraciones de Raúl Fortín, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1990.
  • "Todos los juegos el juego". Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1991.
  • "La noche del elefante". Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1995.
  • "Las aventuras de Pinocho". Con Laura Devetach, ilustraciones de Gustavo Roldán (h), Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1996.
  • "Dragón". Ilustraciones de Luis Scafati, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1997.
  • "Historias del piojo". Ilustraciones de Oscar Rojas, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998.
  • "Cuentos que cuentan los indios". Ilustraciones de Luis Scafati, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 1999.
  • "Las pulgas no vuelan". Gustavo Roldán, ilustraciones Gustavo Roldán (h), Fondo de Cultura Económica, México, 2000.
  • "Un largo roce de alas". Ilustraciones de Luis Scafati, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2003.
  • "Pájaro de nueve colores". Ilustraciones de Cristian Turdera, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2004.
  • "El vuelo del sapo". Ilustraciones de Luis Scafati, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2005.
  • "La pulga preguntona". Ilustraciones de Pablo Bernasconi, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2006.
  • “Para encontrar a un tigre. La aventura de leer”. Ilustraciones de Pilar Ortega, Editorial Comunicarte, Córdoba, 2011.
Para terminar este recuerdo de un grande de la LIJ un texto sobre su animal preferido que se puede leer en Como si el ruido pudiera molestar:
“El tatú miró para todos lados, después bajó la cabeza, cerró los ojos, y murió.
Muchos ojos se mojaron, muchos dientes se apretaron, por muchos cuerpos pasó un escalofrío.
Todos sintieron que los oprimía una piedra muy grande”.
Gustavo hablaba y seguirá hablando con los animales, ahora en otros montes.