lunes, 27 de junio de 2011

COMPARACIONES 1 (Argentina vs Holanda)





La literatura infantil holandesa no anda sobrada de escritores conocidos en países no bajos, pero sí tiene una buena nómina de ilustradores a la sombra de Rien Poortvliet (el acuarelista de Los gnomos) o Max Velthuijs, ambos ya fallecidos pero con continuadores de su estilo y su dedicación al mundo de los niños.

La literatura infantil argentina sí anda sobrada de una nómina larga de escritores para niños. Un catálogo reciente descubre a un centenar de autores encabezados por María Elena Walsh, Graciela Montes, Ema Wolf, Liliana Bodoc o Graciela Cabal, un quinteto poderoso y con calidad que no siempre traspasa fronteras. La lista de ilustradores de este país austral también es numerosa, pero no es tan conocida ni en la capital mundial actual del libro, Buenos Aires.

Comparaciones argentino-holandesas que no son odiosas si hablamos de dos recientes trabajos de dos ilustradoras, una nacida en la provincia de Buenos Aires y otra en la fría Escandinavia, pero neerlandesa de escritura y adopción. Son dos álbumes con textos breves y un denominador común: formato infantil para lectores no infantiles o, en otras palabras, los textos y el mensaje final de ambos libros son para mentes casi adultas.

El primero de ellos está realizado por María Wernicke (Olivos, 1958), que no es alemana sino bonaerense. María empezó como ilustradora gráfica y se dedica actualmente en cuerpo y alma a la ilustración de libros de otros autores. Un señor en su lugar es su primera obra como autora de textos e imágenes en un libro que se fue fraguando en los semáforos porteños, semáforos que en horas pico (horas punta en otros lugares del mundo) dan mucho de sí. El texto habla de sueños, de un señor que se transporta por lugares hasta que llega a una doble página final donde afirma que “no todo está donde tiene que estar”. Las bellas imágenes, con una técnica que llena cada página de tonos marrones, se mezclan con textos deliberadamente desacompasados y un mensaje que ya la editorial avisa que es para mayores de diez años: cada uno tiene que buscar su lugar en el mundo.

El segundo de ellos está realizado por otra María: María Törnqvist (Upsala, 1964), que aunque parece sueca vive desde los cinco años en Holanda y se siente neerlandesa (candidata 2010 a los premios Andersen por este país). Acostumbrada a ilustrar historias de otros, algunas como las de Astrid Lindgren, alguien que conoció en persona de pequeña, su reciente libro Algo con lo que nadie había contado es una obra que se adentra en el tema de la incomunicación: una niña se cae en un pozo y acaba siendo casi olvidada por todos. Un niño la rescata con sus hilos de coser y ella vuelve al mundo de soledades cotidianas. El mensaje sobrecoge, no parece nada optimista y uno se pregunta por qué está en formato de álbum para niños.

El acompañamiento de esta triste historia son unas imágenes expresionistas, con manchas de color que impactan (el vestido siempre rojo de la niña) y un formato vertical que ahonda la idea de precipicio al que cae la protagonista. Todo es impersonal en el texto y se hace más impersonal en dobles páginas atiborradas de gente en movimiento. En resumen: unas excelentes ilustraciones para textos adultos.

Lo dicho: álbumes con formato infantil para lectores con cierta filosofía de vida.

(Un señor en su lugar está editado por Edelvives en Buenos Aires, 2010. Algo con lo que nadie había contado está editado por Los Cuatro Azules en Madrid, 2010).

domingo, 5 de junio de 2011

SOBRE PRINCESAS, AYER DE GUISANTES, HOY DE NARANJAS




Las princesas siempre han existido en los cuentos infantiles desde tiempos inmemoriales. Generalmente no servían para muchas más cosas que para casarse con un príncipe. Algunas se acompañaban de habilidades musicales, dominio de lenguas animales (solían hablar con pájaros diversos, besar ranitas y convencer a caballos y caballeros de sus caprichos) y un amor paterno interesado. Entre ellas destacaban la circense Rapunzel, por esa cabellera capaz de sostener el peso de un príncipe con su armadura, y otra más melindrosa y sensible que adivinaba la presencia de un guisante, un poroto o un altramuz, debajo de un buen número de edredones. El día que Andersen se decidió a poner su historia por escrito tuvo suerte esta princesa de que Hans Cristian eligiera un guisante, más elegante para el tema del título del cuento que decir la princesa del poroto o la princesa del garbanzo.

Pero como la realeza se renueva, prefiere la fruta y las legumbres son ya poco exquisitas, en este siglo XXI existe toda una Princesa de la Naranja. Sí: Lorenza de Naranja más conocida en su pueblo holandés por Laurentien van Oranje (Leiden, 1966). Esta princesa neerlandesa estudió ciencias políticas y periodismo, con una tesis de grado en la universidad de Berkeley (California) sobre la prostitución en las calles de San Francisco, algo impensable en las princesas de cuento y puede que muy útil para el mundo moderno.

Con hijos de nueve, siete y cinco años -todos condes a su tierna edad- hace siete años comenzó a interesarse sobre temas medioambientales y hace cuatro le vino la iluminación celestial desde las profundidades oceánicas: los rusos estaban colocando una bandera en el fondo del mar Ártico. Ni corta, ni perezosa, se lanzó a escribir una historia que pudieran leer sus hijos, no en vano es considerada por su pueblo como la “madre de la lectura del país”. De ahí surgió Mr Finney en de wered op zijnkop (Finney y el mundo al revés o en la traducción de la editorial española: El señor Finney y el mundo patas arriba). Este libro, por esto de que no existen fronteras dentro de la comunidad europea, llegó en un viaje largo a España, donde el pasado abril fue presentado al público con la presencia de la principesca autora.

Sus declaraciones previas a la ibérica visita dejan al lector un tanto sorprendido: “El libro no tiene un mensaje serio sobre las cuestiones ambientales” (y ¿entonces?), “Quería escribir una historia auténtica para los niños, sin juicios de valor, sin ser pedante” (¿de verdad se lo cree?). No es que el cronista sepa neerlandés o flamenco, pero los traductores actuales hacen maravillas: “Es la primera vez que he escrito un libro. Fue fascinante. Fui a un café y pedí varios cappuccinos. Me senté con un cuaderno y me quedé pensando, buscando y buscando. Empecé a escribir diálogos y una vez que los releí, me fui a casa a trabajar”. Tanto trabajó que le salió un libro que leyó a su marido el príncipe y a los tres condesitos: “Mi hija mayor me apuntó que tenía cosas un poco extrañas”.

Pues sí, está lleno de cosas extrañas: un caracol y un pez –Mr. Finney- salen juntos de un jardín para ver todo lo que ocurre fuera; reciben la ayuda de una especie de niña-hada toda rosa (de nombre: ¡¡¡Pimienta Rosa!!!) con unas alitas invisibles y un aparato nada ecológico en sus manos; todos acuden a una cumbre mundial de animales donde los malos son los buitres que han puesto una bandera en el fondo el océano (díganme ustedes cómo). El aparato tiene nombre –SuperBipBip- y sirve para llamar, filmar, sacar fotos, leer de todo y enviar mensajes; ¿no es este invento un teléfono inteligente o smartphone, creado hace 22 años? La asamblea de los animales se realiza presidida por un avestruz, que oye las quejas de los monos acerca de la corta de árboles. A algunos animales les gusta esto porque hay más luz en el bosque, mientras que los castores no ven el problema porque siempre andan royendo árboles. La princesa aclara: “Estamos hablando de la tala de árboles, sin tener que usar la palabra en sí”. ¿Genial o penoso? El pez Finney pide entonces ayuda a Pimienta Rosa que le lleva donde una morsa sabia que les reenvía a un flamenco también rosa que será su sucesor en la sapiencia animal. Y sigue el libro en unas 96 páginas que se hacen pesadas si no fuera por las ilustraciones de Sieb Posthuma.

Y hablando de animales hay unas cuantas más gansadas con este libro:

- La editorial publicita: “una narración llena de ternura y realismo”. ¿Ustedes han visto en alguna calle de su pueblo un caracol y un pez hablando entre ellos tiernamente?
- La edición española ha cuidado diferenciarse del original holandés “para acercarse al público español”. ¿Qué es lo que no merecemos ver los que hablamos castellano o catalán, la otra lengua ibérica a la que se ha traducido?
- Se destaca el fino humor de la princesa. Veamos el ejemplo que según la publicidad lo demuestra hablando de la lentitud del caracol Caracol: “Lentamente, muy lentamente, dibujó un rastro de baba en la hierba. Al cabo de seis días, había escrito en el suelo con grandes letras la palabra ¡AYUDA!”. Muy fino es este humor, tan fino que uno no ve que exista.
-La editorial publicita un “lenguaje sencillo y resolutivo”. Veamos cómo se ejecuta la explicación de porqué el mundo es redondo en las palabras del búho Búho al pez Finney: “Aquello es el horizonte. Detrás del horizonte hay un mundo mucho más grande que tu jardín. El mundo es una gran bola. Y en todas partes hay un horizonte”. Ya está. Y ahora a arreglar la gran bola del mundo.
- Les cuento un argumento del alemán Erich Kästner de 1949. Tres animales –un león, un elefante y una jirafa- deciden poner solución a la degradación del medio ambiente mundial, a la ambición de los humanos y convocan una conferencia de animales en la Torre de los Animales. ¿Les suena?
- Les cuento quien es el más famoso personaje infantil de Henry W. Longfellow (1807-1872), poeta norteamericano: Mr. Finney. De él hay poemas, películas y canciones, con decenas de libros publicados en tres siglos diferentes e ilustrados para niños, el último por Valerie Bouthyette. ¿Les suena?

En fin, un libro prescindible, poco original y que por venir de alturas principescas de los Paises Bajos va a seguir presente en este mundo de la Literahartura Infantil. Ya hay una segunda parte: Mr Finney en de andere Kant van het wáter (sencillo: Finney y el otro lado del agua). Les confieso que prefiero a las princesas dentro de los cuentos más que fuera; es decir, que me gusta más la princesa del guisante que la princesa de la naranja.