martes, 11 de enero de 2011

A MARIA ELENA WALSH








El pasado lunes 10 de enero falleció María Elena Walsh en la clínica de la Trinidad de la ciudad de Buenos Aires. Sus males físicos eran antiguos –cáncer óseo superado-; su recaída reciente frustró una nueva tentativa de tomar el té con ella. En 2005 no pudo ser por problemas aeronáuticos, en el 2008 tampoco y en el 2010 estaba uno pendiente de su salud: “Mire señor Flor. Ella se cansa mucho y es difícil entrevistarla. Ahora que llega la primavera…”. Y llegó la primavera y antes de que llegara el verano sus males se recrudecieron. Su gran amiga y pareja, Sara Facio, sabía de su lucha y no quería más testigos que los verdaderos amigos. Ella, Sara, siempre fue celosa de la imagen pública de María Elena, de la que no se conocen casi fotografías en esa silla de ruedas que presidió sus últimos años de vida. Galardonada por España con la Medalla a las Bellas Artes su estado físico impidió que la recibiera de mano del rey Juan Carlos el pasado mes de diciembre. Se nos marchó suavemente, despidiéndose del mundo en una novela a trazos autobiográfica que ahora conviene revisar y volver a leer: Fantasmas en el parque (Buenos Aires, Alfaguara, 2008).


Su paso por la Literatura Infantil fue tan arrollador, aire nuevo y distinto, que se puede hablar de un antes y después en la literatura argentina y en español desde sus primero libros de los años 60. Se reía con el lector de todo y este arma, la sonrisa, es la que ha legado a generaciones de niños que creen con ella que en la quebrada de Humahuaca la persona más sabia es una vaca. Y debe ser cierto, viendo como está de alterado el mundo global.


Mi periódico santanderino –“El Diario Montañés”- me ha pedido una colaboración que puede tener más larga vida en este soporte internaútico. Les dejo algunos apuntes sobre la escritora para niños en lengua española más creativa y original (y los del IBBY sin saberlo).


EL CIELO DEL REVÉS: A MARIA ELENA WALSH

Se la podía encontrar paseando por su parque viendo pasar la vida, imaginando personajes en cada esquina, observando un país que siempre será para ella un mundo del revés. Se la podía saludar con cortesía y disfrutar de su sonrisa amable. Se podía platicar con ella en varios idiomas, pero te miraba absorta disfrutando de tu castellano de España, ese país donde vivió un largo año y en el que volvió a encontrarse con las canciones y ritmos de una abuela andaluza que gustaba tararear a sus nietas sus tonadas y recuerdos.

Era María Elena Walsh, escritora, cantante y muchas más cosas, pero siempre paseandera de su barrio porteño de Palermo, que recorría en tranvía con su padre y en el que se afincó en su vuelta a la Argentina después de su primera aventura francesa. María Elena nació un 1 de febrero de 1930 y nos dejó el pasado lunes 10 de enero: 80 años, 81 primaveras, 82 veranos.
Desde su casa, un duodécimo piso de la calle Scalabrini Ortiz al 3200, se veían muchos tejados y un parque cercano, su parque de Las Heras que ella pobló de fantasmas. Un parque que fue Penitenciaría Nacional y al que, recuperado como espacio público, ella vio crecer y llenarse de niños, turistas y ancianos varios. Su libro Fantasmas en el parque, su última obra publicada en Argentina y no editada en España, es un diálogo amable con la muerte y sus acaecimientos al mismo tiempo que un repaso de su vida: amistades, enemistades, amores, París… María Elena sabía que lo mejor de la vida es la alegría y quiso transmitirlo a chicos y grandes.


Sus libros infantiles –“El reino del revés”, “Cuentopos de Gulubú”, “Versos para cebollitas”…- han sido leídos por varias generaciones de niños argentinos que pueden compartir sus versos con sus congéneres asturianos, mexicanos o cubanos y a pleno pulmón cantar “Me dijeron que en el Reino del Revés nadie baila con los pies, que un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres” o “Había una vez una vaca en la Quebrada de Humahuaca”. Además escribió decenas de canciones, algunas novelas, cientos de poemas y algunos manifiestos claves en la reciente historia argentina llena de dictaduras.

María Elena Walsh trató siempre de animar a los demás, “aunque no me saliera siempre”, quiso ser la cigarra en un mundo de hormigas sin rumbo, luchó con la palabra y nos legó canciones emblemáticas: “Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui sola y llorando”. María Elena recibía siempre a las 5, la hora del té, de los bizcochitos Canale y de su advertencia con dulce voz: “Cuidado cuando beban, se les va a caer…”. Luego, te hablaba del mundo y su eterno deseo: “Esto tiene que cambiar”. Quizás ahora, en otros cielos, le sea más fácil convencer al creador de tantos reveses.


Javier FLOR REBANAL, cántabro en el mundo argentino